Contra viento y marea
Hemos perdido la capacidad de razonar a fuerza de consumir información digerida y heredamos criterios en vez de formárnoslos.
Y no escribo todo esto para justificar mis acciones más recientes. Reclamo mi libertad de no justificarme. Reclamo mi derecho a vivir a mi manera la única vida que me ha sido dada, asumiendo las consecuencias.
El problema para mí comienza cuando me doy cuenta de que me siento ajena a demasiadas circunstancias, sentimientos y actitudes comunes a la mayoría de la gente con la que convivo a diario. Y como esto sucede desde mi infancia, crecí dándolo por hecho y sin la menos incomodidad, como escribir y pintar. Pensaba que todos nos sentíamos así y aún lo pienso, pero creo que la gente en general tiene miedo de reconocer este aislamiento íntimo, esta condición de islas dentro del infinito océano de la vida. Una gran mayoría encuentra reconfortante el aglutinamiento, la concentración humana en núcleos estrechos donde se renuncia a las diferencias individuales a favor de la integración, de la identidad de la masa (que por definición carece de ella). Y entonces renuncian a parte de su Yo para parecerse a los demás que a su vez han renunciado a parte de su identidad para parecerse a los otros y ser aceptados. Ser aceptados no como lo que son, sino en lo que se han convertido. Y en esta dinámica viciada, en este círculo sin fin ni principio se originan los prejuicios, los atavismos, los horizontes estrechos, la cuadrícula rígida que pretende aniquilar a las formas libres.
Y aún así, contra viento y marea continúo.
Son mis pies, mis pasos, mi camino.
Gab
Y no escribo todo esto para justificar mis acciones más recientes. Reclamo mi libertad de no justificarme. Reclamo mi derecho a vivir a mi manera la única vida que me ha sido dada, asumiendo las consecuencias.
El problema para mí comienza cuando me doy cuenta de que me siento ajena a demasiadas circunstancias, sentimientos y actitudes comunes a la mayoría de la gente con la que convivo a diario. Y como esto sucede desde mi infancia, crecí dándolo por hecho y sin la menos incomodidad, como escribir y pintar. Pensaba que todos nos sentíamos así y aún lo pienso, pero creo que la gente en general tiene miedo de reconocer este aislamiento íntimo, esta condición de islas dentro del infinito océano de la vida. Una gran mayoría encuentra reconfortante el aglutinamiento, la concentración humana en núcleos estrechos donde se renuncia a las diferencias individuales a favor de la integración, de la identidad de la masa (que por definición carece de ella). Y entonces renuncian a parte de su Yo para parecerse a los demás que a su vez han renunciado a parte de su identidad para parecerse a los otros y ser aceptados. Ser aceptados no como lo que son, sino en lo que se han convertido. Y en esta dinámica viciada, en este círculo sin fin ni principio se originan los prejuicios, los atavismos, los horizontes estrechos, la cuadrícula rígida que pretende aniquilar a las formas libres.
Y aún así, contra viento y marea continúo.
Son mis pies, mis pasos, mi camino.
Gab