Soltar amarras
Soltar amarras, deshacer nudos y seguir en paz requiere de mucha generosidad.
Soltar a otro (y soltarnos) voluntariamente debería parecerse más a abrir la mano y dejar deslizar los diez dedos (cinco sobre cinco) hasta que las yemas sintieran un último roce. Sin crispar los dedos tratando de sujetar lo inasible.
El resentimiento y el egoísmo son facturas del desamor o la inmadurez.
¿Se puede amar plenamente cuando aún no se conquista el Yo?
Decir que dos se complementan me suena a remiendo. Creo que las vidas se comparten para enriquecerlas.